El peligro de ceder territorio al enemigo...
Lectura
Bíblica 2da. Reyes 18:13-24
Cierto día mientras distribuíamos
folletos con mensajes sobre el evangelio en proximidades del río Cauca, al
oriente de Cali, Colombia, nos encontramos con un drama humano sin igual en
medio de la miseria.
Había un hombre que aparentaba más de
sesenta años. Cuando un joven de nuestra organización le iba a compartir la
Palabra de Salvación, resultó que conocía muchos más versículos Bíblicos que el
joven. Al profundizar más en la conversación, resultó que el mendigo había sido
pastor.
Nos contó que cuando su ministerio
avanzaba victorioso y cada día evidenciaba más expansión en la ciudad, se dejó
seducir por el pecado y cayó en adulterio. Abandonó su familia y el Pastorado para
irse tras la mujer que finalmente, también a él lo abandonó.
Todo salió mal, terminó en desgracia y
allí estaba frente a nuestros ojos, arrinconado, sin esperanza, viviendo de
recoger desperdicios...
Si nos desprendemos de Dios, vivimos las consecuencias
Un problema del cristiano hoy día es
olvidar que no por un día sino por siempre y en todo momento, debemos estar
asidos de la mano de nuestro Señor Jesucristo. Cuando dejamos de depender de
Dios, comienzan las dificultades.
Esto fue lo que ocurrió con uno de los
reyes más prósperos de Judá. Ezequías había sido Bendecido y prosperado por el
Señor, pero cuando se separó del Creador, llegaron los problemas.
La Escritura dice que:
“A
los catorce años del rey Ezequías, subió Senaquerib rey de Asiria contra todas
las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó” (2da. Reyes 18:13). El monarca asirio era un gran
guerrero. La historia menciona que conquistó gran parte de lo que se conoce
como Arabia, Irak, Irán, entre otros territorios. En aquella época, uno de sus
orgullos fue tomar la ciudad judía de Laquis.
No podemos ceder terreno al enemigo...
He conocido cristianos que tras servir
al Señor, vuelven atrás y terminan en una vida disipada y pecaminosa. Le dieron
espacio a Satanás, cayeron en la tentación de la mundanalidad y pagaron las
consecuencias. Igual ocurrió con el rey Ezequías:
“Entonces...
envió a decir al rey de Asiria que estaba en Laquis: Yo he pecado; apártate de
mi, y haré todo lo que me impongas. Y el rey de Asiria impuso a Ezequías rey de
Judá trescientos talentos de plata, y treinta talentos de oro” (versículo 14).
Si le abrimos portillos y huecos en el
vallado, el enemigo espiritual tomará ventaja. Es como un luchador tramposo;
busca el descuido de su contendor para atacarle. Y lo hace.
Igual ocurre con el mundo: Si jugamos
con el fuego, nos quemamos. Si queremos participar de los placeres que nos
ofrece la sociedad sin dejar de ser cristianos, nos engañamos y corremos el
peligro de caer espiritualmente en la vida de fracaso de la que nos sacó el
Señor Jesucristo.
Lo santo no se debe ni tiene que profanar
Todo aquello que consagramos para
Dios, debe ser siempre para Él. Si le consagramos nuestra vida, si pactamos
vivir en santidad delante de Su presencia (no en nuestras fuerzas sino con la
ayuda Divina), debemos conservarnos en santidad, apartados del mal...
Lo grave es claudicar a nuestra
palabra porque de nuevo nos veremos involucramos en el mundo de pecado, y le
otorgamos al enemigo todo lo que por siempre debe corresponder sólo a Dios.
Así lo hizo el rey con su opresor
Senaquerib. “Dio, por
tanto, Ezequías toda la plata que fue hallada en la casa de Jehová, y en los
tesoros de la casa real. Entonces Ezequías quitó el oro de las puertas del
templo y de los quiciales que el mismo rey Ezequías había cubierto de oro, y lo
dio al rey de Asiria” (versículos 15 y 16).
Si cedemos terreno, el enemigo pedirá más...
Cuando dejamos de orar, de leer la
Biblia, de congregarnos, le concedemos terreno a Satanás. Y él no desaprovecha
oportunidad. Por el contrario, siempre
nos pedirá más. Ezequías recibió un nuevo requerimiento de su opresor, el rey
Senaquerib: “¿Cómo, pues, podrás resistir a un capitán, al
menor de los siervos de mi señor, aunque estés confiado en Egipto con sus
carros y gente de a caballo?” (Versículo 24).
¿Qué hacer ante una situación así?
Esta pregunta la he escuchado muchas veces. Y de entrada permítame decirle que
sí hay salida.
Primero, es necesario que haya un
arrepentimiento sincero en nuestro corazón.
El
segundo paso es pedir
a Dios que tome control de nuestra vida...
Usted no puede seguir con esas ataduras,
producto de caer de nuevo en el pecado. ¡Corte todo lazo de mundanalidad que le
impide caminar rectamente delante del Señor! Dios espera una entrega absoluta.
Es hora de comenzar ya...
Ah, y no olvide que es necesario
deshacernos de todo aquello que nos puede recordar el pasado cuando estábamos
inmersos en el pecado voluntario.
Todo lo que nos evoque esa existencia
miserable, debemos cortarlo y botar fuera todo recuerdo...
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