Diferencias entre ¿Amor Verdadero
o amor propio?
“El
amor nunca deja de ser.” El amor siempre permanece y triunfa sobre todas las
demás virtudes. Es por eso que el amor presenta una larga lista de oposiciones.
El odio, evidentemente, se opone al amor. La inmadurez en el carácter es una
forma más de oponerse al amor. El amor propio se opone al amor verdadero. ¿Cómo
se manifiesta el amor propio?
El amor
que Dios nos ha llamado a tener deberá ser un compromiso constante en busca del
bien de los demás. Este amor sufre una gran oposición cuando choca con la
semilla de esa naturaleza innata que crece en nosotros. Esta semilla del “yo”
es regada y cultivada por el amor propio. Todos nosotros sabemos lo que
queremos y lo que no queremos. Además, conocemos el porqué, cómo y cuándo de
esos deseos y apetitos de nuestra carne. Es por eso que reaccionamos de la
manera en que lo hacemos cuando alguien no está cooperando con nuestros planes
y deseos más importantes.
En 1
Corintios 13.4-8 encontramos una lista de las características del amor. Al
examinar la definición de cada una de ellas vamos a notar el gran contraste que
existe entre el verdadero amor y el amor propio.
El amor
nunca deja de ser, El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el
amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo
suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza
de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El
amor nunca deja de ser.”
Esta
definición del amor fue dictada por la mente de Dios al corazón del hombre.
“El
amor es sufrido.”
Es
sensible a los problemas y limitaciones de otros. Desea que otros maduren,
dándoles oportunidades para ello. No hace mención a los errores del pasado en
una forma destructiva. Ni aun cuando existen heridas que no han cicatrizado
totalmente.
Por el
contrario, el amor propio es sensible a sus propias limitaciones. Es muy
susceptible a cómo los problemas de otros le afectan. Siempre está demandando
cambios en los demás.
“Es benigno.”
Esto es
amable, generoso, bondadoso. Se preocupa por el estado de ánimo de otros.
Siempre tratará de hacer lo mejor para hacerlos sentir bien. Está al tanto de
las necesidades de otros. Presenta una actitud de compasión ante los problemas
y necesidades de los demás. Se deleita en saber cómo podrá ayudar a otros cada
vez mejor. Esto lo hace con un corazón sincero, honesto y lleno de
misericordia.
El amor
propio se preocupa por “cómo yo me siento y qué necesito”. Además, es muy
sensible. Se hace delicado cuando imagina que no está siendo tratado con la
amabilidad y el respeto con que desea que lo traten.
"El amor no tiene envidia.”
Se
muestra alegre cuando otros tienen éxito y se contenta al ver que otros
reciben. Ese amor es el que permite dar honor y crédito a quienes pueden hacer
las cosas mucho mejor que uno mismo. Se regocija cuando otros tienen más
posesiones que él mismo.
El amor
propio mira a quienes tienen más talentos que él como enemigos o rivales.
Codicia la suerte de la persona que prospera en su camino. Pierde su paz y
gasta todas sus energías pensando en cómo obtener una posición más elevada o
cierto artículo.
“El amor no es jactancioso.”
No es
alardoso. No se vanagloria a sí mismo. Es pronto para dar la gloria a Dios y
las “gracias” a otros. Puede mirar con toda honestidad sus problemas personales
y todos sus defectos. No se justifica ni culpa a otros por sus propios errores.
El amor
propio, en cambio, se precipita a dar una buena escena y a causar una impresión
excelente de sí mismo. Procura mantener una buena apariencia para lograr
halagos de otros. Su fin es ocultar sus propias faltas, errores, impedimentos y
pecados. Muchas veces finge su estado de ánimo para lograr autoridad u
obediencia de parte de otros.
"No se envanece.”
Es
cortés y muy respetuoso. Se preocupa por dar el mayor respeto y consideración
hacia quienes han sido avergonzados o mal tratados. Es fácil de enseñar y es
pronto para corregir sus propios errores. No presume de la posición o de la
responsabilidad que desempeña dentro de un grupo de personas.
El amor
propio se exhibe a sí mismo como superior. Es engreído y practica la egolatría
como un culto a su personalidad. Sus ideas, sus planes, sus metas y sus métodos
son los mejores. Se cohíbe ante la certeza de que otros son mucho más capaces
que él.
“No hace nada indebido.”
El amor
propio da riendas sueltas a sus costumbres como una justificación para hacer lo
malo. Pisotea al que se encuentra en una posición menos ventajosa que la de él
mismo. Muestra un carácter duro cuando tiene que decidir en contra de “sus
sentimientos”.
“No busca lo suyo.”
Se
resigna a aceptar lo que venga a su vida. Aunque esto quiera decir que sufrirá
por el bien de otra persona. Se lleva por los consejos y trata siempre de hacer
lo justo y lo correcto. No se queja. No busca la simpatía de otros para atacar
a quienes no lo apoyan. Encomienda su causa a Dios.
El amor
propio desea ser complacido en todo y a costa de todo. Le gusta ser servido y
siempre está buscando una excusa para no servir. Se siente bien cuando recibe
alabanzas, aunque sepa que no le corresponden. Actúa para ser visto y llamar la
atención de los demás. Demanda la ayuda que no necesita. Expresa sin meditar
los pensamientos que le vienen a la mente cuando está incómodo. Es egoísta.
Piensa solamente en él. Este amor se satisface en promover sus propias ideas.
Trata de influir en otros para que acepten sus planes. Insiste con mucha
demanda en sus derechos. Busca con interés lo que puede obtener de los demás.
“No se irrita.”
En
momentos de tensión, el amor mira más allá del problema buscando siempre la
paz. Se satisface en que exista una armonía genuina en la relación. Tiene un
alto concepto de la amistad. No mira sus diferencias como una forma para atacar
la personalidad de otra persona. Es capaz de asimilar y de absorber cualquier
enojo que aparezca en un momento dado. Esto lo hace para ayudar y darle una
oportunidad al carácter inmaduro de la otra persona. Tiene la capacidad de
mantenerse calmado, aun cuando las provocaciones y las ofensas son más bajas.
El amor
propio es impaciente. Se altera y explota en un abrir y cerrar de ojos. Sobre
todo cuando las cosas no salen a su modo. No entiende por qué otros tienen que
estar por encima de él. No le gusta estar subordinado ni recibir disciplina.
Casi siempre otros tienen que esperar por él. Se apoya en su autoridad o en sus
derechos para lograr que otros se ajusten a sus ideas, planes, metas y métodos.
En momentos de tensión acude al tono de su voz para imponer lo que está
convencido que será lo mejor. Siempre está presto a usar la violencia en caso
que le fuese necesario. No medita en las palabras que salen por sus labios.
Hiere verbalmente a las personas cuando imagina que ha sido objeto de burla o
de una ofensa. Es inmaduro y por ello es evitado por algunos. Cuando está
enojado no se le posan ni las moscas.
“No guarda rencor.”
El amor
siempre está pensando en lo positivo y en lo bueno de las demás personas. Este
amor no da lugar a la duda en su mente. Muestra con sus hechos la confianza y
la seguridad, sin ninguna hipocresía. No existe cabida en la profundidad de sus
intenciones para maquinar el mal o la destrucción de otra persona. Cuando
aparecen los problemas o las circunstancias que no son nada favorables este
amor se resuelve a perdonar y olvidar. Sin el perdón no hay olvido, porque sin
el olvido no puede existir el perdón. Perdonar es olvidar.
El amor
propio habita en la oscuridad. Siempre está maquinando el mal y tramando la
venganza. Se alimenta de las sospechas. Es amigo de la duda. No confía en
nadie. Imagina lo peor.
El amor
propio, dice: “Consiguió lo que se merecía”. “Se lo dije y no me hizo caso.
Ahora, que aprenda.” “Se merece mucho más.” “Está bueno que le haya pasado
eso.”
Se
satisface cuando la verdad prevalece. Aunque esto signifique que él no tendrá
la razón y que será avergonzado. Se deleita cundo otros también proclaman y
practican la verdad. No vende ni cambia la verdad, aunque esto le afecte por un
período de tiempo.
El amor
propio presenta la verdad con un interés específico. Esto lo hace para su
propio beneficio. Se place al ver que la verdad es distorsionada, sobre todo
cuando esto le hace aparecer con una mejor personalidad. Aparenta decir y
practicar la verdad para que otros sepan y vean que él tiene la razón. Busca la
simpatía de otros haciendo ver a las demás personas como sus rivales y
enemigos.
“Todo lo sufre.”
Se
eleva en medio de la presión. Ayuda y coopera a levantar las cargas de otros.
Esto lo hace sin quejarse. Tiene un espíritu perdonador. Siempre está dispuesto
para toda buena obra en favor de otros. Es capaz de mantenerse con toda
serenidad frente a los ataques de otras personas. Por lo general, soporta las
presiones externas que hacen otras personas sobre él. Tiene la habilidad de
resistir las presiones internas que vienen con los deseos de la carne. Prefiere
perdonar una ofensa y olvidar un agravio antes de perder una amistad.
El amor
propio solamente está dispuesto a soportar sus propias cargas. Esto lo hace
quejándose y murmurando del que no tiene que pasar por lo que él está pasando.
Culpa a otros de sus desgracias. Encierra en su mente el pensamiento de que:
“Algún día verán lo que voy a hacer”.
“Todo lo cree.”
El amor
propio está dispuesto a cambiar sus principios y su fe de acuerdo a las
circunstancias. Su fe responde a sus propios intereses. Siempre trata de
acomodarse a lo mejor y lo más fácil.
“Todo lo espera.”
Mantiene
una esperanza viva. Lo demuestra en su ser interior, así como en su carácter
exterior. Su testimonio personal le hace destacar su personalidad. Siempre da
una imagen de credibilidad a la fe y los principios que gobiernan su vida. Se
alienta y se consuela con tener la seguridad de que al final será recompensado
por Dios a causa de su fe. Se anima porque confía en aquel que desea lo mejor
para él. Inspira a otros por medio de su actitud ante las circunstancias de la
vida. Toma como meta ser mejor cada día, aprendiendo de sus propios errores.
Corrige su vida poniendo su mira en las promesas de Dios. No se preocupa mucho
por el “qué dirán” de otros. Se apoya en lo que ya conoce y no se inquieta por
lo que desconoce. Se crece ante las dificultades y confía que Dios está al
control de su situación. Acepta la realidad que le ha tocado vivir, sin
quejarse ni culpando a otros. Tiene su esperanza en una vida mejor. Esto lo
demuestra por medio de su vida diaria. Practica lo que predica sin ninguna
limitación. Sus esperanzas van más allá del conocimiento humano.
El amor
propio da una apariencia de inestabilidad emocional ante las vicisitudes de la
vida. El carácter de su personalidad se describe en su rostro por medio de las
altas y las bajas que tenga que atravesar.
El amor
propio detesta atravesar por dificultades. Busca la vía más fácil y no se mete en
nada que dañe su reputación. Su prestigio es su ídolo. No le importa tener que
manchar la imagen de otros para conseguir lo que se ha propuesto. Se mantiene a
la defensiva cuando se imagina que está siendo usado. Se rinde fácilmente.
Tiende a fluctuar cuando le toca determinar algo que le afecte.
“Seguid el amor.” 1 Corintios 14.1
Por
medio del amor de Dios, los méritos del Señor Jesucristo y la ayuda del
Espíritu Santo nosotros podemos contrarrestar las manifestaciones del amor
propio en nuestras vidas.
http://wwwtunuevaalegria.com.ve
- Sembramos la semilla pero los frutos y la cosecha son de Dios
No hay comentarios:
Publicar un comentario