Aliento de medianoche
Lectura:
Jueces 7:1-23
Jueces
7:1 Levantándose, pues, de mañana Jerobaal, el cual es Gedeón, y todo el pueblo que
estaba con él, acamparon junto a la fuente de Harod; y tenía el campamento de
los madianitas al norte, más allá del
collado de More, en el valle.2 Y Jehová dijo a Gedeón: El pueblo que está
contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado. 3
Ahora, pues, haz pregonar en oídos del
pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase desde el
monte de Galaad. Y se devolvieron de los del pueblo veintidós mil, y quedaron
diez mil. 4 Y Jehová dijo a Gedeón: Aún es mucho el pueblo; llévalos a las
aguas, y allí te los probaré; y del que yo te diga: Vaya éste contigo, irá
contigo; mas de cualquiera que yo te diga: Este no vaya contigo, el tal no irá.
5 Entonces llevó el pueblo a las aguas; y Jehová dijo a Gedeón: Cualquiera que
lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a aquél pondrás aparte;
asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas para beber. 6 Y fue el
número de los que lamieron llevando el agua con la mano a su boca, trescientos
hombres; y todo el resto del pueblo se dobló sobre sus rodillas para beber las
aguas. 7 Entonces Jehová dijo a Gedeón: Con estos trescientos hombres que
lamieron el agua os salvaré, y entregaré a los madianitas en tus manos; y
váyase toda la demás gente cada uno a su lugar. 8 Y habiendo tomado provisiones
para el pueblo, y sus trompetas, envió a todos los israelitas cada uno a su
tienda, y retuvo a aquellos trescientos hombres; y tenía el campamento de
Madián abajo en el valle. 9 Aconteció que aquella noche Jehová le dijo:
Levántate, y desciende al campamento; porque yo lo he entregado en tus manos.
10 Y si tienes temor de descender, baja
tú con Fura tu criado al campamento, 11 y oirás lo que hablan; y entonces tus
manos se esforzarán, y descenderás al campamento. Y él descendió con Fura su
criado hasta los puestos avanzados de la gente armada que estaba en el
campamento. 12 Y los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente estaban
tendidos en el valle como langostas en multitud, y sus camellos eran
innumerables como la arena que está a la ribera del mar en multitud. 13 Cuando
llegó Gedeón, he aquí que un hombre estaba contando a su compañero un sueño,
diciendo: He aquí yo soñé un sueño: Veía un pan de cebada que rodaba hasta el
campamento de Madián, y llegó a la tienda, y la golpeó de tal manera que cayó,
y la trastornó de arriba abajo, y la tienda cayó. 14 Y su compañero respondió y
dijo: Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joás, varón de
Israel. Dios ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento.
15 Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, adoró; y vuelto
al campamento de Israel, dijo: Levantaos, porque Jehová ha entregado el
campamento de Madián en vuestras manos. 16 Y repartiendo los trescientos
hombres en tres escuadrones, dio a todos ellos trompetas en sus manos, y
cántaros vacíos con teas ardiendo dentro de los cántaros. 17 Y les dijo:
Miradme a mí, y haced como hago yo; he aquí que cuando yo llegue al extremo del
campamento, haréis vosotros como hago yo. 18 Yo tocaré la trompeta, y todos los
que estarán conmigo; y vosotros tocaréis entonces las trompetas alrededor de
todo el campamento, y diréis: ¡Por Jehová y por Gedeón! 19 Llegaron, pues, Gedeón y los cien hombres que llevaba
consigo, al extremo del campamento, al principio de la guardia de la
medianoche, cuando acababan de renovar los centinelas; y tocaron las trompetas,
y quebraron los cántaros que llevaban en sus manos. 20 Y los tres escuadrones
tocaron las trompetas, y quebrando los cántaros tomaron en la mano izquierda
las teas, y en la derecha las trompetas con que tocaban, y gritaron: ¡Por la
espada de Jehová y de Gedeón! 21 Y se estuvieron firmes cada uno en su puesto
en derredor del campamento; entonces todo el ejército echó a correr dando
gritos y huyendo. 22 Y los trescientos tocaban las trompetas; y Jehová puso la
espada de cada uno contra su compañero en todo el campamento. Y el ejército
huyó hasta Bet-sita, en dirección de Zerera, y hasta la frontera de Abel-mehola
en Tabat. 23 Y juntándose los de Israel, de Neftalí, de Aser y de todo Manasés,
siguieron a los madianitas.
.
. . tus manos serán fortalecidas para descender contra el campamento. . . .
--Jueces 7:11.
Los
madianitas y sus aliados habían invadido a Israel. Era el tiempo de los jueces,
y Gedeón sólo podía reunir 32.000 hombres contra soldados «numerosos como
langostas» (Jueces 7:12).
Entonces
Dios redujo el ejército a 300 (versículos 2 al 7).
Gedeón
tenía miedo, así que Dios lo envió al campo enemigo a medianoche. Agazapado, el
capitán israelita escuchó a un soldado contar a otro un sueño (versículos 13-14).
Una hogaza de pan de cebada había llegado rodando al campamento madianita
destruyendo una de sus tiendas. Su amigo la consideró una señal segura de que
Gedeón ganaría la batalla.
Gedeón
se animó mucho. Después de adorar a Dios volvió al campamento, organizó a sus
300 hombres con sus trompetas y lámparas, y obligó a marcharse a las fuerzas
superiores madianitas (versículos 15-22).
Como
seguidores de Cristo, no estamos luchando contra ejércitos, pero estamos en
guerra. Los enemigos espirituales nos atacan Efesios 6:10-12. 10 Por lo demás,
hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. 11 Vestíos
de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas
del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra
principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de
este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Estos
enemigos socavan nuestra confianza y acaban con nuestra fortaleza. También
luchamos contra nosotros mismos: nuestras debilidades, temores, duda. Romanos
7:15-25. 15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero,
sino lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo
que la ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el
pecado que mora en mí. 18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el
bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no
hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20 Y si hago lo
que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. 21 Así que,
queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque
según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en
mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a
la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de mí! ¿Quién me
librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo
mismo con la mente sirvo a la ley de Dios,
mas con la carne a la ley del pecado.
Después
de un tiempo, nos podemos desanimar.
Pero
nuestro Dios es el gran Alentador. Cuando nuestra determinación se debilita o
se oscurece nuestra visión, por su poder Él nos da la fortaleza que
necesitamos, incluso cuando el enemigo parece más numeroso que un enjambre de
langostas. Efesios 3:16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria,
el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;
CONFIAR
ES TRIUNFAR, PUES LA BATALLA ES DEL SEÑOR.
Dios
te colme de Bendiciones.
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