Vida y Obra del Apóstol Pablo
Capítulo 5
LA OBRA QUE AGUARDABA AL OBRERO
|
|
Ocho Años de Inactividad Comparativa en Tarso
Pablo estaba ahora en posesión de su evangelio, y conoció que la misión de su vida era predicarlo a los gentiles.
Pero todavía tuvo que esperar largo tiempo antes de comenzar su obra peculiar.
Oímos poco de él por siete u ocho años. Y solamente podemos
conjeturar cuáles pueden haber sido las razones de la Providencia al
hacer esperar a su siervo tanto tiempo.
Puede haber habido razones personales para ello, relacionadas con
la historia espiritual de Pablo, porque el esperar es un instrumento
común de la disciplina providencial para aquellos a quienes ha sido
designada una obra extraordinaria.
Una razón pública puede haber sido que Pablo era todavía demasiado
antipático a las autoridades judaicas para ser tolerado en aquellas
reuniones en que la actividad cristiana tenía influencia.
Había tratado de predicar en Damasco donde ocurrió su conversión. Pero
inmediatamente fue forzado a huir de la furia de los judíos, y yendo
de allí para Jerusalén y comenzando a testificar como cristiano
encontró en dos o tres semanas demasiada oposición.
No es de extrañarse; pues, ¿cómo hubieran podido los judíos
permitir que el hombre que últimamente había sido el adalid principal
de su casa predicara la fe para cuya destrucción se le había empleado?
Cuando huyó de Jerusalén dirigió sus pasos a Tarso, su ciudad natal, donde por años quedó en oscuridad.
Sin duda dio testimonio de Cristo a su familia, y hay algunas
indicaciones de que llevó el evangelio a su provincia de Cilicia; pero
si lo hizo, se puede decir que su obra era la de un hombre que trabaja
en secreto, porque no estuvo en la corriente central ni visible del
nuevo movimiento religioso.
Estas no son más que meras conjeturas motivadas por la penumbra histórica de aquellos años.
Pero hubo una razón indudable y de la más grande importancia posible para la dilación de la carrera de Pablo.
En este intervalo aconteció aquella revolución, una de las más
importantes en la historia del género humano, por la cual los gentiles
fueron admitidos a gozar privilegios iguales con los judíos en la
iglesia de Cristo.
Este cambio procedió del círculo originario de los apóstoles en
Jerusalén; y Pedro, el principal de todos ellos, fue el instrumento
para efectuarlo.
Por medio de la visión del lienzo bajado del cielo con los animales
puros e impuros, que tuvo en Jope, fue preparado para la parte que
había de tomar en este cambio, y admitió en la iglesia a Cornelio y su
familia, un gentil incircunciso de Cesárea, por bautismo.
Esta fue una innovación que envolvía incalculables consecuencias.
Fue un preliminar necesario para la obra misionera de Pablo, y los
eventos subsecuentes demostraron cuan sabio fue el arreglo Divino por
el cual los primeros gentiles que entraron en la iglesia fueron
admitidos por las manos de Pedro, y no por las de Pablo.
Pablo Descubierto por Bernabé y llevado a Antioquia
>Su Obra< Alli Tan
luego como este hecho aconteció, el campo estuvo listo para la carrera
de Pablo e inmediatamente fue abierta una puerta para su entrada en
él.
Casi al mismo tiempo en que acontecía el bautismo de la
familia gentil en Cesárea, un gran avivamiento brotó entre los gentiles
de la ciudad de Antioquia, capital de Siria.
El movimiento había comenzado con los fugitivos arrojados de
Jerusalén por la persecución, y fue continuado con la sanción de los
apóstoles, quienes enviaron de Jerusalén, para presidirlo, a Bernabé,
uno de sus colaboradores de más confianza.
Este hombre conoció a Pablo. Cuando este último llegó a
Jerusalén la primera vez después de su conversión, y trató de unirse
con los cristianos de allí, todos tuvieron miedo de él, sospechando que
los dientes y las garras del lobo estuvieran ocultos bajo el vellón
del cordero.
Pero Bernabé superó estos temores y sospechas, y habiendo
tomado al nuevo convertido y oído su historia, creyó en él y persuadió a
los demás a recibirle.
La comunión comenzada así duró solamente dos o tres semanas en
aquella época, puesto que Pablo tuvo que dejar Jerusalén; pero Bernabé
había recibido una profunda impresión de su personalidad y no se
olvidó de él.
Cuando fue enviado para presidir el avivamiento en Antioquia pronto se
encontró embarazado con su magnitud y sintió la necesidad de ayuda.
Se le ocurrió la idea de que Pablo era el hombre que necesitaba.
Tarso no estaba lejos, y allá se fue para buscarle. Pablo aceptó su invitación y volvió con él a Antioquia.
La hora que había esperado había llegado, y se entregó a la
obra de evangelizar a los gentiles con el entusiasmo de una gran
naturaleza que al fin se encuentra en su propia esfera.
El movimiento desde luego respondió a su actividad. Los
discípulos llegaron a ser tan numerosos y prominentes, que los paganos
les dieron un nuevo nombre —el de cristianos—
que, desde entonces, ha continuado siendo el título de su fe en
Cristo; y Antioquia, una ciudad de medio millón de habitantes, llegó a
ser el centro del cristianismo, en lugar de Jerusalén.
Pronto una gran iglesia se formó, y una de las manifestaciones
del celo de que estuvo llena fue el propósito, que gradualmente se
transformó en resolución entusiasta, de enviar misioneros a los
paganos.
Como consecuencia, Pablo fue designado para este servicio.
El Mundo conocido en aquel Periodo.
Al
verle afrontando, al fin, la obra de su vida, detengámonos para hacer
una breve revista del mundo, al cual fue enviado a conquistar. Nada
menos que esto se propuso.
En el tiempo de Pablo el mundo conocido era tan pequeño que no
parecía imposible que un solo hombre hiciera la conquista espiritual
de él, especialmente cuando éste había sido preparado maravillosamente
para enfrentar la nueva fuerza que estaba a punto de atacarlo.
Consistía en un disco estrecho de tierra que el mar Mediterráneo
rodeaba. Este mar mereció en aquel tiempo el nombre que llevaba, porque
el centro de gravedad del mundo, que desde entonces ha cambiado a
otras latitudes, estaba en él.
El interés de la vida humana estaba concentrado en los países
del sur de Europa, la porción occidental de Asia, y una zona del norte
de África, las que forman sus orillas.
En este pequeño mundo hubo tres ciudades que se dividieron entre sí los intereses de aquella época.
Estas fueron Roma, Atenas y Jerusalén, las capitales de las tres razas, la romana, la griega y la judaica.
Estas ciudades gobernaban en todos sentidos aquel antiguo mundo.
Esto no significa que cada una de ellas hubiera conquistado
una tercera parte del círculo de la civilización, sino que cada una de
ellas se había difundido en turno sobre todo él, y todavía lo dominaba,
o, a lo menos, había dejado señales imperecederas de su presencia.
Los Griegos
Los griegos fueron los primeros en tomar posesión del mundo. Fueron el
pueblo de destreza y genio, los maestros perfectos del comercio, de la
literatura y de las artes.
En las épocas muy primitivas desplegaron su instinto de
colonización, y enviaron a sus hijos a conseguirse nuevas habitaciones
por el Oriente y el Occidente, lejos de su hogar natal.
Por fin, se levantó entre ellos uno que concentró en sí mismo
las tendencias más fuertes de la raza, y que por la fuerza de las armas
extendió el dominio de Grecia hasta la frontera de la India.
El vasto imperio de Alejandro Magno se rompió a su muerte, pero un
resto de la vida e influencia griegas permaneció en todos los países
por los cuales había pasado la corriente de sus ejércitos
conquistadores.
Las ciudades griegas, tales como Antioquia en Siria y
Alejandría en Egipto, florecieron en todo el Oriente; los comerciantes
griegos abundaban en todos los centros del comercio; los maestros
griegos enseñaron la literatura de su patria en muchas comarcas; y, lo
que es más importante, el idioma griego llegó a ser el vehículo general
para la comunicación, entre las naciones, de los pensamientos más
serios.
Aun los judíos, en los tiempos del Nuevo Testamento, leyeron sus
propias Escrituras en una versión griega, habiendo muerto el original
hebreo.
Tal vez la lengua griega es la más perfecta que el mundo ha
conocido, y hubo una providencia especial en su difusión completa,
antes que el cristianismo necesitara un medio de comunicación
internacional.
El Nuevo Testamento se escribió en griego, y dondequiera que los
apóstoles del cristianismo viajaban, estaban en posibilidad de ser
entendidos en este idioma.
Los Romanos
En seguida tocó su turno a los romanos en la posesión del globo.
Originalmente, los individuos de una pequeña tribu, vecina
de la ciudad que les dio nombre, se extendieron poco a poco, se
fortalecieron y adquirieron tanta habilidad en el arte de la guerra y
del gobierno, que llegaron a ser conquistadores irresistibles,
marchando en todas direcciones para hacerse amos del mundo.
Sujetaron a la Grecia misma y dirigiéndose al Oriente conquistaron los
países que Alejandro y los que le sucedieron habían gobernado.
En realidad, todo el mundo conocido llegó a ser suyo,
desde el Estrecho de Gibraltar hasta el más lejano Oriente.
No poseyeron el genio de los griegos. Sus cualidades eran la fuerza y
la justicia. Sus artes no eran las del poeta ni las del pensador, sino
las del soldado y las del juez.
Derribaron las divisiones entre las tribus de los hombres y
les obligaron a estar en paz unos con otros, porque todos igualmente
estaban bajo el mismo gobierno de hierro.
Cubrieron los países de caminos que los unían con Roma, y
que fueron triunfos tan sólidos de ingeniería que algunos de ellos han
permanecido hasta hoy.
Por estos caminos avanzó el mensaje del evangelio. De esta manera los
romanos también demostraron ser los precursores del cristianismo,
porque su autoridad en tantos países proporcionó a los primeros
propagadores facilidad de movimiento, y protección contra los caprichos
e injusticias de los tribunales de ciertas localidades.
Los Judios
Entretanto, la tercera nación de la antigüedad también había completado su conquista del mundo.
Aunque no por la fuerza de las armas, los judíos, también se
difundieron como los griegos y romanos lo habían hecho.
Verdad es que por varios siglos habían soñado con la venida
de un héroe guerrero, cuyo valor sobrepujaría al de los más célebres
conquistadores gentiles.
Pero nunca vino; y la ocupación por los judíos de los
centros de civilización tuvo que efectuarse de una manera más quieta.
No ha habido cambio en las costumbres de ningún pueblo más
extraordinario que el ocurrido en la raza judaica, en el intervalo de
cuatro siglos entre Malaquías y Mateo, del cual no tenemos registro en
las sagradas Escrituras.
En el Antiguo Testamento vemos a los judíos encerrados dentro de los
estrechos límites de Palestina, ocupados principalmente en asuntos de
agricultura, y guardándose con celo de toda comunicación con las
naciones extranjeras.
En el Nuevo Testamento los encontramos todavía apegados con
tenacidad desesperada a Jerusalén, y a la idea de su propio estado de
separación.
Pero sus costumbres y habitaciones han cambiado completamente.
Han abandonado la agricultura y se han entregado con actividad y éxito extraordinarios al comercio.
Y con este objeto en vista, se han difundido por todas
partes, por África, Asia y Europa: y no hay ciudad de importancia donde
no se encuentren.
Por cuáles pasos este cambio extraordinario se efectuó,
sería largo y difícil de decir. Pero se había efectuado y el resultado
fue de suma importancia en la historia primitiva del cristianismo.
Donde
quiera que los judíos se establecieran, tuvieron sus sinagogas, sus
Escrituras Sagradas, su creencia inflexible en el único y verdadero
Dios.
No solamente esto; sus sinagogas, por todas partes agruparon
prosélitos de los pueblos gentiles en derredor de ellas.
Las religiones paganas estaban en este período en un estado de postración completa.
Las naciones más pequeñas habían perdido la fe en sus
deidades, porque no habían podido defenderlas de los victoriosos
griegos y romanos.
Pero los conquistadores, por otras razones, habían perdido
igualmente la fe en sus propios dioses. Fue una época de escepticismo,
decaimiento religioso y corrupción moral.
Pero siempre ha habido hombres que desean un credo en que
poder confiar. Estos andaban en busca de una religión, y muchos de
ellos encontraron refugio de los mitos degradantes e increíbles de los
dioses del politeísmo, en la pureza y monoteísmo del credo judaico.
Las ideas fundamentales de este credo son los fundamentos de la fe cristiana también.
Donde quiera que los mensajeros del cristianismo viajaron,
se encontraron con personas con quienes tenían muchos conceptos
religiosos en común.
Sus primeros convertidos fueron judíos y prosélitos. La
sinagoga fue el puente por el cual el cristianismo pasó a los paganos.
Los Bárbaros y los Cristianos.
Tal fue, pues, el mundo al que Pablo fue enviado a conquistar.
Fue un mundo lleno por todas partes de estas tres influencias.
Pero hubo otros dos elementos en la población, que
proporcionaron numerosos convertidos para los primeros predicadores:
los habitantes originarios de varios países, y los esclavos aprisionados
en las guerras, o los descendientes de éstos, sujetos a ser cambiados
de un lugar a otro, y vendidos según las necesidades o caprichos de sus
amos.
Una religión cuya principal gloria era predicar las buenas nuevas a
los pobres no rechazaría estas clases bajas; aunque el conflicto del
cristianismo con las fuerzas del tiempo que tenían posesión del destino
del mundo naturalmente atrajo la atención, no debe olvidarse que sus
mejores triunfos han consistido siempre en el alivio y mejoramiento de
la condición de los humildes.
Dios les continué Bendiciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario