¿QUE ES LA TRANSFORMACIÓN INTERIOR?
El propósito de la Transformación Interior
Como cristianos, todos hemos tenido
la experiencia descrita de manera dramática por San Pablo en su carta a los
Romanos capitulo. 7
20] Por lo tanto, si
hago lo que no quiero, eso ya no es obra mía sino del pecado que habita en mí.
[21] Ahí me encuentro con una ley: cuando quiero hacer el bien, el mal se me adelanta. [22] En mí el hombre interior se siente muy de acuerdo con la Ley de Dios, [23] pero advierto en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi espíritu, y paso a ser esclavo de esa ley del pecado que está en mis miembros.
[21] Ahí me encuentro con una ley: cuando quiero hacer el bien, el mal se me adelanta. [22] En mí el hombre interior se siente muy de acuerdo con la Ley de Dios, [23] pero advierto en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi espíritu, y paso a ser esclavo de esa ley del pecado que está en mis miembros.
Lo que aquí descubrimos es lo
siguiente:
a) Concientemente yo quiero seguir el camino de Dios
b) Espiritualmente me deleito en la presencia de mi
Señor
c) Subconscientemente mi estructura
de carácter, está incapacitada para responder al llamado de Dios al unísono con
todo mí ser.
Esta descripción de la lucha
interna, corresponde a la enseñanza del mismo Pablo; que el ser humano está constituido
por cuerpo, alma y espíritu.
Esta es la realidad de la mayoría de nosotros,
ciertamente en Cristo somos nuevas criaturas; pero nos queda por delante el
camino de nuestra santificación. Que es simplemente el proceso de morir a
nosotros mismos, de manera que en todas esas áreas oscuras de nuestro corazón;
pueda irse manifestando la luz admirable de la Gracia de Dios.
Repitiendo el concepto de la
reflexión anterior; podemos decir que nuestra estructura de carácter fue
moldeada por todo lo que recibimos y vivimos en nuestros años formativos.
¿Que camino seguir, para que la
salvación de Jesús, alcance esas áreas de mi vida?
Dios tiene infinitas maneras de transformarnos, pero
en esta ocasión descubriremos un camino; el cual basado en su Palabra nos guíe
en este proceso de santificación.
Muchos tenemos la tendencia de llamar a este proceso
“Sanación Interior”,
Sin embargo no importa el nombre que se le dé, lo
importante es que el concepto sea entendido y aplicado.
La palabra Sanación sugiere que algo que estaba roto o
arruinado puede ser reparado; pero debemos aclarar que el Señor no tiene
intenciones de reparar nuestra alma (estructura de carácter) Jesús decía que
eso sería similar a poner un remiendo nuevo en un vestido viejo.
Dios tiene una sola y categórica respuesta al pecado:
“El alma que peca morirá “ Éxodo 18,4
La buena nueva de nuestro Señor Jesucristo es que El,
por nosotros se hizo pecado venciendo a la muerte en la cruz liberándonos así
del pago establecido por Dios para todo aquel que peca. Pero de nuevo
repetimos, la cruz no es automática; sino que requiere una acción totalmente
voluntaria y consiente del pecador, (conversión) para recibir las Bendiciones
del sacrificio del Señor Jesús quien pagó por nosotros.
Por eso cuando encontramos en nosotros una estructura
pecaminosa, no basta únicamente verla, dolerse o perdonar, sino que también
debemos llevarla a la muerte en la cruz del Señor Jesús. Romanos 6,11.
El propósito de Dios es destruir nuestros hábitos
carnales y reemplazarlos con nuevas estructuras que nacen del corazón mismo de
su hijo resucitado.
Por tanto “no hay sanación del alma” lo que hay es
muerte y resurrección a una nueva vida.
Sin la cruz
no existe transformación ( o sanación si así se le quiere llamar).
El camino a la vida es el camino a la muerte (de si
mismo). Juan 12, 24
Algunos se refieren a este proceso como:
Sanación de las emociones dañadas.
Sanación de memorias.
Sanación del corazón.
Ninguno de estos términos es
adecuado ya que no estamos confortando ó sanando un desequilibrio emocional,
sino que estamos evangelizando, santificando y transformando nuestra naturaleza
caída; en la naturaleza del Señor, de manera que la Iglesia entera llegue a su
madurez y así alcanzar la estatura de Cristo. Efesios 4,13-15.
Pasos a seguir para iniciar
el proceso
Básicamente el proceso se lleva a cabo cuando nos
escuchamos el uno al otro, hasta que Dios nos permite ver lo que hay en nuestra
naturaleza que necesita encontrar la muerte en la cruz.
En muchas ocasiones nuestro ser exterior piensa que ya
perdonó; pero a través de diálogo, consejería y oración, descubrimos que ese
perdón aún no es completo; principalmente cuando lo damos a aquellos seres, los
cuales jugaron un papel determinante en nuestros años formativos.
Es posible que patrones de conducta adoptados en
nuestra infancia, aun nos hacen actuar de manera infantil 1ª Corintios 13,
11; ó quizá sea alguna raíz de amargura que ha retoñado y nos hace
contaminar a otros y cosechar dañinas consecuencias, las cuales no podemos ni
siquiera explicar a no ser después de entrar en un proceso de oración y
consejo.
A) – Ver
Descubrir y aceptar la existencia de
viejas emociones (celos, envidia, resentimientos etc.) y estructuras
defectuosas de carácter en nuestro corazón (egoísmo, insensibilidad, venganza,
vanidad, etc.)
Siendo este el primer paso, es aquí donde
experimentaremos dos situaciones especiales:
Resistencia de volver a vivir aquellos momentos, que
pudieron ser muy dolorosos.
Recordemos que desde niños hemos aprendido a levantar
murallas de protección contra daños y abusos (Corazones de piedra); al mismo
tiempo que nos hacíamos juramentos de tomar ciertas actitudes para que esas
situaciones no se repitieran (los votos internos).
En casos de conducta compulsiva ó negación
sistemática, se podrá sospechar alguna acción demoníaca tratando de bloquear la
acción de Espíritu Santo...
Por tanto es conveniente tener un momento de oración,
invocando el poder liberador de la
Sangre del Señor Jesús.
B) – Arrepentirse
Los psicólogos afirman que nosotros estamos
condicionados por lo que nos pasó en nuestra niñez, en esencia eso es echar la
culpa a nuestros padres. Pero nosotros como cristianos podemos asumir la total
responsabilidad de cómo vamos a reaccionar ante todo lo que nos sucedió.
Veamos un pequeño ejemplo:
Si mi padre me abandonó cuando niño; y por falta de un
modelo masculino en mi vida, soy una persona con grandes problemas para aceptar
disciplina, ya sea en mi hogar, mi comunidad ó en mi trabajo. Ningún bien
resultará si me paso echando culpas a otras personas “Yo soy así por culpa de mi papá”.
Es necesario que llegue a reconocer como un verdadero
problema mi conducta, y resuelva ser diferente.
De nada servirá identificar los pecados de la
infancia, si no hay arrepentimiento.
El arrepentimiento no es un sentimiento ni un barril
de lágrimas.
Arrepentirse es el dolor de haber ofendido a otros
debido a lo que está arraigado en nuestro corazón; y por lo que hemos hecho.
Es la disponibilidad de morir a lo que somos y hemos
sido, y permitirle a Dios que cambie nuestro ser; para trasformarnos en lo que Él
quiere que seamos.
C) – Ir a la
Cruz
No basta ver mi pecado y sentirme
acongojado, tampoco basta perdonar y ser perdonado.
¡No! los
hábitos que hemos formado en reacción a todos aquellos que nos han dañado deben
venir a la cruz.
El siguiente paso es orar (de preferencia en voz alta)
y de manera específica, por todo aquello por lo cual necesitamos ser
perdonados, y así traer a la cruz cualquier patrón de conducta que hemos podido
ver. Colosenses 3, 9-10
Aun así estas prácticas no mueren fácilmente, se
deberá pedir al Señor que nos conceda perseverancia y paciencia; para sostener
estas cosas al pie de la cruz, hasta que mueran y ya no ejerzan control sobre
nuestros actos y emociones.
Por tanto para que la crucifixión de nuestros hábitos
pecaminosos sea verdaderamente efectiva, se requiere de nuestra parte, tener la
voluntad de dejarlo ir; y desear ser la tierra fértil que pueda guardar la
semilla y dar abundante fruto. Lucas 8, 5-15.
D) – Amar para
traer a otro a la vida
San Pablo en su carta a los Gálatas les decía “mis
hijos por quienes estoy de nuevo en
dolores de parto hasta que Cristo sea formado en Uds.” Gálatas 4,19
Indicando así que el proceso de alcanzar la madurez en
Cristo no sucede sin contratiempos.
Crecemos, alcanzamos una victoria, luego nos caemos,
nos levantamos, volvemos hacia atrás y así sucesivamente.
Esa es la verdadera razón por la
cual necesitamos formar con nuestro cónyuge una auténtica comunidad orante
centrada en Cristo, también participar de un grupo de apoyo ó grupo de oración
que nos ayude, en donde hayan hermanos que sean capaces de caer de rodillas
para interceder por nosotros, hasta que alcancemos cierto grado de madurez y
libertad y podamos ayudar a otros a iniciar su proceso, mientras nosotros
continuamos el nuestro.
Debemos estar advertidos que, cuando alguien no quiere
transformar su manera de ser y actuar; tenderá a criticar y atacar a todo aquel
que trate de ayudarle y amarlo a la vida.
No por esto
dejaremos de interceder y amarlo hasta ver en esa persona, la misma imagen de
Cristo.
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