NO CULPES A NADIE.
Nunca te quejes de nadie, ni de
nada, porque fundamentalmente tú has hecho lo que querías en tu vida.
Acepta la dificultad de
edificarte a ti mismo y el valor de empezar corrigiéndote.
El triunfo del verdadero hombre
surge de las cenizas de su error.
Nunca te quejes de tu soledad o
de tu suerte, enfréntala con valor y acéptala.
De una manera u otra es el
resultado de tus actos y prueba que tú siempre has de ganar.
No te amargues de tu propio
fracaso ni se lo cargues a otro, acéptate ahora o seguirás justificándote como
un niño.
Recuerda que cualquier momento es
bueno para comenzar y que ninguno es tan terrible para claudicar.
No olvides que la causa de tu
presente es tu pasado así como la causa de tu futuro será tu presente.
Aprende de los audaces, de los
fuertes, de quien no acepta situaciones, de quien vivirá a pesar de todo,
piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo y tus problemas sin
alimentarlos morirán.
Aprende a nacer desde el dolor y
a ser más grande que el más grande de los obstáculos, mírate en el espejo de ti
mismo y serás libre y fuerte y dejarás de ser un títere de las circunstancias
porque tú mismo eres tu destino.
Levántate y mira el sol por las
mañanas y respira la luz del amanecer.
Tú eres parte de la fuerza de tu
vida, ahora despiértate, lucha, camina, decídete y triunfarás en la vida; nunca
pienses en la suerte, porque la suerte es: el pretexto de los fracasados.
PERO JEHOVÁ ME DIJO: MI BONDAD ES
TODO LO QUE NECESITAS, PORQUE CUANDO ERES DÉBIL, MI PODER SE HACE MAS FUERTE EN
TI, POR ESO ME ALEGRA PRESUMIR DE MI DEBILIDAD, ASÍ EL PODER DEL MESÍAS VIVIRÁ
EN MI. TAMBIÉN ME ALEGRO DE LAS DEBILIDADES, INSULTOS, PENAS Y PERSECUCIONES
QUE SUFRO POR EL MESÍAS, PORQUE CUANDO ME SIENTO DÉBIL, ES CUANDO EN REALIDAD
SOY FUERTE. (2 Corintios 12. 9-10)
Echar la culpa a otros crea
adicción. La justificación que sentimos al culpar a otros acaba atrapándonos
para siempre. Esta actitud manipula nuestra ira para hacer que nos sintamos
bien evadiendo responsabilidades.
Poco a poco nos resulta más fácil
quejarnos que resolver el problema. Y así como ocurre con las adiciones, a las
que hay que alimentar más y más para conseguir la recompensa, antes de que te
des cuenta te habrás convertido en un adicto en evadir culpas.
Esa actitud impide el perdón; no
puedes perdonar a alguien mientras lo estés juzgando y sientas que te ha
ofendido.
Cuando desperdicias tu tiempo y
tus energías culpando a los demás, renuncias a tu derecho a recibir el perdón
de “DIOS“…Si no perdonáis sus ofensas a los hombres, tampoco vuestro Padre os
perdonará vuestras ofensas” (Mat 6:15).
Es hora de asumir la
responsabilidad por tus actos y tu vida y de recuperar la capacidad Divina para
responder a las situaciones de acuerdo a Su Palabra.
Eh aquí dos buenos motivos para
dejar esa actitud:
1) Te convierte en víctima.
Cuando haces que otros sean responsables de tus circunstancias, la capacidad de
cambiar las cosas reside en sus manos, lo que significa que nada va a cambiar a
menos que ellos decidan hacerlo. Haces de ellos los dueños de tu destino. La
única manera de retener la capacidad de cambiar tus circunstancias es
responsabilizándote de tus acciones.
2) Te deja triste y deprimido. A
lo mejor insistes: ‘No sabes cómo me hirió’. Es verdad, pero al albergar
resentimiento, te sigues hiriendo a ti mismo continuamente.
La Biblia dice: “…Cuidado con las
raíces de amargura. Unas pocas semillas de cardos pueden estropear un jardín en
poco tiempo…” (Hebreos 12:14-15 parafraseado).
Antes de que te des cuenta, tu
perspectiva se habrá distorsionado. “Cuidado con el “síndrome de Esaú”: Cambió
el regalo al que tenía derecho de por vida para satisfacer un apetito
momentáneo… Esaú después se arrepintió y quiso la bendición de DIOS, pero para
entonces ya era demasiado tarde y sus lágrimas no iban a cambiar nada” (Hebreos
12:16-17 parafraseado).
Perdona a quien debas perdonar,
vuelve a tomar las riendas de tu vida, y acepta tu responsabilidad.
Siempre he dicho que la persona
que se queja no tiene al MESÍAS en su corazón. ¿Te preguntaras porque? Escucha:
“Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de YAHWEH ELOHYM… y ardió su ira. [y]
consumió uno de los extremos del campamento” (Números 11:1). Si esto no te
convence de cómo DIOS considera la queja, ¡nada lo hará!
Más, ¿a quién dañas realmente
cuando te quejas?:
(a) A ti mismo. La queja conduce
al enfado, a la amargura, y hasta a la depresión. DIOS te ama, y no desea que
te dañes a ti mismo;
(b) A DIOS. La queja cuestiona su
carácter; de hecho es como si dijéramos: “Señor, lo has estropeado; tuviste la
oportunidad de complacerme, pero al final lo has echado a perder”;
(c) A otros. Nadie disfruta
siendo “miembro de la Brigada de los Jarros de Agua Fría”. Tus pensamientos
negativos afectan a los que te rodean. ¿Alguna vez te has parado a pensar por
qué el quejarse es tan popular, cuando en realidad no produce ningún cambio?
¡Porque ello satisface nuestra naturaleza egoísta!
Pero hay buenas noticias.
Escucha: “Aconteció que el pueblo se quejó…” (Números 11:1). Observa la
palabra: ‘Aconteció'; desarrollaron un modo de pensar, una forma de afrontar la
vida. De modo que si puedes convertirte en “un quejica”, ¡entonces puedes
transformarte en un “hijo agradecido” por la gracia de DIOS! Reconociendo que
“yo elijo mi actitud”, es posible elegir una mejor.
Si realmente deseas cambiar,
comienza a orar: “MI AMADO JESUCRISTO INTERCEDE A VUESTRO PADRE CELESTIAL,
quiero que “el panorama” de mi vida sea diferente; anhelo experimentar el gozo
que Tú das a aquellos que abandonan “el desierto” de la ingratitud y se
adentran en “la Tierra Prometida” de la acción de gracias”.
Hay una clase de queja en
concreto que realmente rechina a los oídos de DIOS. Escucha: “Aconteció que el
pueblo se quejó a oídos de YAHWEH ELOHYM…”.
Para algunos de nosotros, la
adversidad tiene que ver con un problema de salud. Para otros es una espinosa
carrera con continuos cambios de trabajo. Para otros es que les intenten cargar
con la responsabilidad de una situación familiar acontecida hace años,
pareciéndoles injusto. Algunos de nosotros tomamos malas decisiones y nuestro
matrimonio se deshizo; ahora luchamos con familias mezcladas y las
consecuencias de nuestras elecciones.
Todos tenemos que tratar con
algún nivel de adversidad. Cada uno de nosotros tiene algo en su vida, acerca
de lo cual ¡DIOS no quiere escuchar ni una sola queja!
Es duro vivir con la adversidad,
pero debes comprender esto: Cuando te quejas, pierdes el derecho a la gracia que
te permitirá sobrellevarla.
La fortaleza y el gozo necesarios
para experimentar la victoria están a nuestro alcance, pero si elegimos
quejarnos o aferrarnos al “ídolo de una vida perfecta”, la perdemos.
La Biblia dice que todos tenemos
que sufrir para entrar al Reino de DIOS. (Hechos 14:22) no dice que tenemos que
quejarnos para entrar al reino de DIOS.
“¿Y qué puedo hacer?”. Hazte
estas dos preguntas:
(a) ¿Soy “un quejica”? Piensa en
ello. ¿Por qué? Porque quejarse es algo que no solemos ver en nosotros mismos
pero sí en los demás;
(b) ¿Estoy dispuesto a
arrepentirme? Si realmente deseas abandonar esta actitud “desértica”, piensa
primeramente acerca del porqué te encuentras en ella.
Si DIOS te revela que la queja es
un problema en tu vida, confiésalo, y ¡déjalo atrás! De no ser así, espera
mucho más “desierto” en el futuro.
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Nosotros sembramos la semilla más la cosecha es de DIOS