Transitemos la senda antigua
“De
los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que
sabían lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían sus hermanos”
1ra. Crónicas 12:32
Si deseamos
responder al mandato del Señor Jesús y llevar a cabo una permanente y efectiva tarea de evangelización integral – que
transforme al hombre y la mujer en forma individual, considerando todas las
áreas de la vida – los cristianos latinoamericanos deberíamos reflexionar sobre nuestro proceder, evaluar los frutos que hayamos obtenido
por nuestra labor y pensar acerca de
los desafíos que enfrentamos, tanto en el futuro inmediato como a mediano y
largo plazo.
Porque sería
una tragedia si no lográramos escapar de
la inmediatez que todo lo carcome al ritmo de la ansiedad y no supiéramos
cómo instrumentar nuevas metodologías
que sirvan como elementos de comunicación del perenne mensaje de salvación.
De cara a
nuestro mañana como iglesia cristiana,
¿qué realidades tendríamos que considerar para efectivizar nuestra misión?
Las siguientes son algunas de ellas:
1.- Anunciar a Jesucristo
“Pero cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí
mismo” Juan 12:32
Aunque
sea triste admitirlo, muchas iglesias
han dejado de predicar acerca de Jesús. ¡Se han convertido en una parodia
de lo que debería ser el auténtico cristianismo! Poco a poco se desviaron del Bendito
Evangelio y le han cedido sus púlpitos a una manera de predicar que nada tiene que ver con la Palabra de
Vida que transforma al ser humano.
Términos
tales como “pecado”, “sangre”, “perdón”, “arrepentimiento”, “sacrificio” y
tantos otros están ausentes en el mensaje que proclaman, y el nombre de Cristo
se utiliza tan sólo como un aderezo
para condimentar un cúmulo de expresiones que desde él vemos se saben insípidas
y carentes de poder para transformar las vidas en forma radical, o se ha
llegado ahora mismo al extremo de hacer un verdadero comercio con el Evangelio
que nos ha dejado Jesucristo para enseñarlo y predicarlo a toda criatura,
convirtiéndolo en fuente de ganancias deshonestas, pues lo que ahora mismo se
predica es un evangelio de la siembra, la cosecha o la prosperidad, pero en
poco y nada se tienen en cuenta las almas que debemos salvar.
No
debería extrañarnos, pues, descubrir que a pesar de lo que digan los números y
las estadísticas, los salones llenos y las manos alzadas, nuestro continente sigue teniendo altos índices de corrupción,
violencia familiar, delincuencia, suicidio, divorcio, drogadicción,
discriminación y todos los males que el Evangelio puede cambiar cuando es
recibido con fe, arrepentimiento y humildad en el corazón del ser humano.
“Evangelizar
es presentar de tal manera a Jesucristo en el poder del Espíritu Santo que los
hombres lleguen a poner su confianza en Dios por medio de Él, a aceptarle como
su Salvador y servirle como a su Rey en la comunión de la iglesia”.
Entendámoslo
y creámoslo de una buena vez: ¡no puede
haber cristianismo sin Cristo! ¡No habrá transformación social si no le damos a Jesús el lugar que le
corresponde, tanto en nuestra relación con Dios como en cada uno de
nuestros procederes!
2.- Alcanzar a todos
“Me siento en deuda con todos, sean cultos o incultos, sabios o
ignorantes” Romanos 1:14
Necesitamos
readaptar los métodos a fin de alcanzar
a toda la gente y dejar de “pescar
en la pecera”. Esta frase, que por repetirse hasta el hartazgo quizás haya
perdido su fuerza, debería llevarnos a sentir vergüenza por desperdiciar tantos recursos de parte
del Señor en esfuerzos infructuosos, activismo desgastante y compromisos que
Jesucristo jamás le ha pedido a Su iglesia.
“La
predicación del mensaje del salvación concierne a la iglesia y debe ser ella
quien medite y asuma la responsabilidad de proponer formas y métodos adecuados
para la realización de dicha tarea”.
El Señor nos encargó
llegar a todos: ricos
y pobres, socialistas y capitalistas, heterosexuales y homosexuales, judíos y
palestinos, niños y adultos, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, famosos y
anónimos, intelectuales e ignorantes, poderosos y oprimidos, sanos y enfermos,
limpios y sucios, saciados y hambrientos, carismáticos y tímidos, creyentes y
ateos. ¿Por qué, entonces, no nos
ponemos de acuerdo para hacer lo que tenemos que hacer?
¡América
Latina es una región maravillosa, llena
de oportunidades y retos para nuestra fe!
A
veces pienso qué ocurriría si los
cristianos nos pusiéramos de acuerdo en tres aspectos:
> Investigar seriamente nuestras sociedades y
descubrir qué sitios todavía no han sido alcanzados.
> Unir esfuerzos para llegar efectivamente a cada uno
de ellos con el mensaje y el amor práctico por el prójimo.
> Decidir enfocar toda inversión de dinero, tiempo,
talentos y esfuerzo en llevar a cabo la misión que nos encomendó nuestro Señor.
¡Y
esto sin considerar quién realice la tarea ni quien se lleve la “foto” por los
logros obtenidos! (¡Ah! ¡Cuánto debemos cambiar si queremos transformar nuestra
generación!).
3.- Comunicar claramente
“Pero si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero
para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí” 1ra. Corintios 14:11
Seamos sinceros y honestos: la gente
que todavía no conoce a Jesucristo como Señor y Salvador a veces no logra
entender lo que decimos ni lo que creemos.
Es notable
comprobar cuántos hombres y mujeres se maravillan al escuchar una explicación sencilla pero profunda
de las verdades del Evangelio, libres de composiciones y añadiduras de factura
religiosa.
Por eso,
debemos esforzarnos por conocer
nuestra cultura, leer los libros que
las personas leen, prestar atención
a las canciones populares, amar
nuestras raíces sin que por ello caer en nacionalismos ni fanatismos que sólo
logran separar a la gente.
No es justo
ni deberíamos permitirnos comunicar el mensaje de Jesús con palabras que nadie
logre comprender. ¡Seamos claros!
¡Hablemos de beneficios y también de obligaciones! ¡Promesas y obediencia!
¡Bendiciones y requisitos!
4.- Proveer espacios de participación
“Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el
pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a
Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la
iglesia los que habían de ser salvos” Hechos
2:46-47
Una de las
mayores carencias del cristianismo actual es la mínima participación que le damos a la gente en el desarrollo de
la vida congregacional. Sí, es cierto que han surgido nuevas metodologías que
han logrado descentralizar la vida culta de modo que cada cristiano redescubra
su responsabilidad y privilegio como sacerdote del Señor. A todos el Señor nos
llamo a ser Real sacerdocio, pueblo escogido de Dios, Nación Santa.
Sin embargo,
es necesario decir que en ocasiones dichas estructuras sólo reproducen lo que querían evitar, generando así una
multiplicación de actividades y compromisos que terminan por asfixiar la frescura de quienes
deberían crecer en su fe, desarrollar familias saludables y servir al Señor en
medio de la sociedad.
Como cristianos necesitamos recuperar la capacidad de nuestro Maestro
para escuchar a la gente. ¡Hablamos demasiado! Por ello, cambiemos de
estrategia y escuchemos más a las personas – más allá de que nos guste o no lo
que digan – y tomemos nota de lo que dicen.
¡Aprenderíamos tanto si nos dispusiéramos a escuchar un poco más a la
gente! Estoy seguro de que lograríamos ser mucho más
efectivos en nuestra misión y sabríamos qué proveer si decidiéramos obrar de
esa manera.
5.- Hacer discípulos
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que
fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito
entre muchos hermanos”
Romanos 8:29
Qué
sorpresas nos llevaríamos si realizáramos una encuesta entre los miembros de
nuestras congregaciones y les preguntáramos cuál es la meta principal en la vida cristiana. Algunos
responderían: -“Evangelizar”, otros: -“Cambiar la sociedad”, y algunos: -“Vivir
para adorar a Dios”. Lo llamativo del caso es que éstas y muchas más son
realidades que debe vivir cada persona que ama a Jesucristo y lo sirve como
Señor y Salvador, pero que en ninguna
medida constituyen el objetivo principal sino que son consecuencias –
frutos – que deberían seguir a un verdadero discípulo de Jesús.
La meta de
las metas, el propósito principal,
lo que Dios desea de cada hombre y mujer es llevarnos a un perfeccionamiento
continuo de nuestra persona – ¡carácter! – de
modo que nos parezcamos más a Jesús. En otras palabras: llegar a ser como Jesucristo es la meta
fundamental de la vida cristiana. Todo lo demás llegará como resultado de
mantener esta realidad en perspectiva.
Allí, pues,
se encuentra uno de los mayores
problemas que debe enfrentar el cristianismo, y no sólo el latinoamericano
sino en todas las naciones del planeta: lograr
que cada creyente se transforme en discípulo, alguien que dedica cada
minuto de su vida a imitar – ¡seguir, obedecer!
A su Maestro.
“Evangelizar
es esparcir las buenas nuevas de que Jesucristo murió por nuestros pecados y
fue levantado de entre los muertos de acuerdo a las Escrituras y que como Señor
que Reina, Él ahora ofrece el perdón de pecados y el don libertador del
Espíritu a todos los que se arrepienten y creen.
“Al
extender la invitación del Evangelio no tenemos la libertad de esconder el
costo del discipulado.
Jesús
aún invita a todos los que quieran seguirle a negarse a sí mismos, a tomar su
cruz y a identificarse a sí mismos con su nueva comunidad. Los resultados del
evangelismo incluyen obediencia a Cristo, incorporación a su iglesia y servicio
responsable en el mundo”.
Todos los
hombres y las mujeres de fe en Jesús deberíamos
preguntarnos cada noche, al terminar la jornada: -“Hoy, al concluir otro
día, de acuerdo a las enseñanzas de la Biblia, ¿me parezco más a Jesús que
ayer?”
Si la
respuesta fuera negativa, tendríamos que posponer cualquier actividad, evento o
responsabilidad, arrepentirnos y – en el poder del Espíritu Santo – cimentar nuestra vida en la Roca
inconmovible de los siglos.
Está claro:
no deberíamos ganar prosélitos que adopten una forma externa sino cooperar con
Dios para que las personas sean transformados por el amor de Cristo, de modo
que la imagen y semejanza del Creador se
plasme en sus propias vidas.
6.- Planificar a futuro
“Pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando
desde hace muchos años ir a vosotros, cuando vaya a España, iré a vosotros;
porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, una vez que
haya gozado con vosotros. Mas ahora voy a Jerusalén para ministrar a los
santos” Romanos 14:23-25)
La cultura
latinoamericana no suele propiciar una
planificación estratégica hacia el futuro. Si alguien indagara acerca de
los planes que la iglesia cristiana tiene para los próximos 50 años en la
región, probablemente se quedaría sin
respuesta.
¡En realidad,
si tan sólo preguntara acerca de los proyectos para los siguientes cinco años
también recibiría silencio como contestación!
Dejemos de
perder dinero, tiempo y esfuerzo en planes trasnochados y frustraciones
anunciadas, y aprendamos de nuestro Maestro, cuyo plan de vida estuvo
perfectamente trazado desde que sus padres terrenales lo escucharon decir: -“¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que en los negocios de
mi Padre me es necesario estar?” Lucas 2:49
Tomemos nota
del apóstol Pablo, de quien podemos descubrir – en el libro de los Hechos y en
sus cartas – que acostumbraba planificar
hacia el futuro, independientemente de los sentimientos, la oposición o la
carencia o abundancia de recursos.
Para ello se
hace imprescindible que todos los representantes del cristianismo nos sentemos en torno a una mesa de diálogo
y, en un esfuerzo conducido por la humildad, nos propongamos delinear las realidades de nuestro
continente.
En otras
palabras: definir cuáles son las demandas y las tendencias (¿hacia dónde van
nuestras sociedades?) y enfocar nuestro
accionar hacia adelante, con una mirada puesta en el pasado – como acción
de gracias y para aprender las lecciones de la Historia – y otra en el
presente, sin descuidar los requerimientos inmediatos y urgentes.
Una agenda
hacia el futuro – cincuenta, veinte o diez años – nos llevaría a pensar más allá de nuestra generación (sin
importar si veremos o no lo que planifiquemos) y establecer los pasos a seguir para cumplir con nuestra misión en el
sitio en donde el Señor nos colocó para ser testigos de Él. ¡Pensar en el mañana en forma seria,
humilde y responsable!
Me conmueve la oración de aquel pastor que decía:
-“¿Qué dirán mis nietos y bisnietos cuando indaguen acerca de lo que haya hecho
en mi presente pensando en el futuro? ¿Dirán que he sido responsable o que me
resigné a vivir mi realidad y dejar todo como estaba? ¡Señor! ¡Qué jamás le
ceda el control a esa clase de individualismo que sólo piensa en el hoy y no
planifica hacia el mañana!”
Una
bellísima canción latinoamericana encierra uno de los deseos que todo discípulo
de Jesús debería acariciar: “América
será para Cristo”, escrita por el guatemalteco Alfredo Colom hace varias
décadas.
¡Pues ese es
el deseo de nuestro Señor y Salvador! Pero en gran medida, la concreción de tan
noble anhelo dependerá directamente de
lo que decidamos hacer en respuesta a las demandas del Señor y los desafíos
en este preciso momento de la Historia.
Dios les Bendiga