Un
nuevo comienzo
Leamos Romanos 8.31-39
8:31
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
8:32
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros,
¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
8:33
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
8:34
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también
resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por
nosotros.
8:35
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
8:36
Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados
como ovejas de matadero.
8:37
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos
amó.
8:38
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
8:39
ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del
amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
DURANTE
mucho tiempo en mi vida viví con una pobre confianza en mí mismo y con
sentimientos de profunda autocondenación. Me sentía atrapado.
El
vivir en esta condición me estaba destruyendo a mí y a mi relación con otras
personas.
Un
domingo en la mañana decidí visitar una iglesia diferente a la que asistía
regularmente.
Cuando
el ministro preguntó si alguien necesitaba oración, pasé al altar. Este
ministro, al que no había conocido anteriormente, habló palabras que me
conmovieron grandemente, palabras que me enojaron.
Él
dijo: «El vivir en autocondenación es pecado. Para liberarse de ese pecado, lea
como medicina Romanos 8:1 tres veces
cada día». Ahora, pues, ninguna condenación hay
para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu.
A
pesar de mi enojo comencé a usar la «medicina». Pronto comprendí que Dios me
había hablado a través de su siervo.
Continué
aplicando la «medicina» recomendada en Romanos 8:1
por muchos meses, y sentí liberación de mi autocondenación y baja autoestima.
Mi encuentro con el ministro ese domingo me ayudó a dirigirme a una nueva etapa
en mi vida.
Oración:
Amado
Dios, sana a todas las personas que se condenan a sí mismas y se sienten
fracasadas. En el Nombre Glorioso de Jesús. Amén.
“Sembramos
La Semilla Pero Dios trae La Cosecha’’
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