La tranquilidad de la oficina se vio
rota con una llamada telefónica de Sarita, una de las diaconizas de nuestra
congregación a quien por su ternura y avanzada edad, consideré siempre muy
frágil.
Murió Raúl, mi hijo. Hace veinte minutos… Siete palabras que resumían el drama
que experimentaba esta piadosa mujer. Llevaba varias semanas cuidándolo en el
hospital. Cada que podía venía al servicio religioso, se arrodillaba en un
extremo del templo y clamaba a Dios, unas ocasiones con desespero, otras con
desasosiego y las más de las veces, con serenidad. Tú puedes sanar a mi hijo
Oh Divino Señor repetía una y otra vez.
No sabía que decir. Por algunos
instantes guardé silencio. ¿Qué palabras son las más apropiadas en momentos
así? Estaba en una verdadera encrucijada. Imagino que usted también
cuando se trata de extender una voz de aliento a quien ha perdido a un ser
querido.
--Sarita, yo... –interrumpí. No
sabía cómo avanzar...
--No se preocupe, pastor, estoy
tranquila. Dios me ha dado paz. Llamaba para informarles que todo está
dispuesto. El sepelio será mañana. Esté tranquilo, yo estoy tranquila —
cortó la comunicación. Apenas natural. Andaba apurada.
Me quedó meditando. No sabía qué
decir. Tampoco qué hacer. Minutos después reflexioné en la tranquilidad que
embargaba a esta querida anciana de nuestra congregación. Su corazón estaba
dolido por la pérdida de su hijo mayor. Pero en medio de las circunstancias,
guardaba la calma.
Un día después del funeral la vi de
nuevo. –Pastor, espero que sigamos avanzando en la preparación de la vigilia
de oración—me dijo. Sonreía con paz en su corazón...
¿Cómo
enfrentar la adversidad?
¿Cómo enfrentar exitosamente las
circunstancias adversas que con frecuencia nos roban la paz? Ante todo, el
secreto estriba en la actitud que asumamos en situaciones apremiantes.
Hay quienes dimensionan un problema y
lo convierten en gigante. Otros por el contrario se toman el tiempo suficiente
para medir cuidadosamente la magnitud del obstáculo que enfrentan. La actitud
es determinante en la búsqueda de soluciones. ¿Cuál es la actitud más indicada?
La actitud de esperanza que se desprende de alguien que tiene una sólida fe en
Dios y sabe que no hay problema grande que Él no pueda resolver.
Hasta aquí hemos comenzado con el
centro del asunto. Ahora vamos a analizar cuidadosamente cómo se presentan las
circunstancias adversas y de qué manera afectan el estado de ánimo y nos
impiden pensar con claridad.
La
adversidad es inevitable
Con más frecuencia de lo que
debiéramos, olvidamos que las circunstancias adversas son inevitables. Están
ligadas a la vida de todo ser humano, tanto como su sombra o quizá, el
cansancio después de un día ajetreado. No podemos evitarlas, pero sí que hagan
mella en nuestro ser.
Habacuc --un profeta de la
antigüedad-- describe ese panorama ensombrecido y preocupante cuando, bajo
inspiración del Espíritu Santo, escribió: “Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados
no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas
en los corrales...” (Habacuc 3:17).
Trasládese a la situación que estaba
enfrentando. Todo a su alrededor era caos. No tenía solidez económica. Sus expectativas de
ganancia como ganadero o agricultor, se habían esfumado. No había absolutamente
nada de qué echar mano. Y para agravar el cuadro, el horizonte poblado de
nubarrones, parecía persistir.
¿Le ha ocurrido alguna vez? Todo se
conjuga para traer malas noticias.
Problemas en casa, problemas en la
iglesia, problemas en el trabajo, problemas con los vecinos. Abre la puerta, y
encuentra dificultades. Nos acostamos y no quisiéramos despertar. Para qué…
–pensamos— si solo hallaremos nuevas dificultades cuando despierte el día.
Una
actitud de fe, cambia nuestra apreciación de la crisis
La señora que nos sirve o nos atiende
en la oficina iba a recoger los vasos vacíos. Al menos eso creía ella. Uno no
estaba vacío. El mío. El contenido se volcó sobre el escritorio. Y en cuestión
de segundos el manuscrito sobre el que había trabajado tanto tiempo para insertarlo
en nuestra página web, estaba empapado de café tinto.
¿Qué hacer? ¿Cuál era la salida en
una circunstancia así? ¿Enojarme?
¿Llamarle la atención y pedirle que tuviera más cuidado? ¿Elevar el tono de voz
y hacerle sentir que había cometido un “enorme error” por descuido? O
más bien, ayudar a reparar el daño y poner a secar las páginas, tratando de
salvar las que más pudiera. Sin duda la segunda opción. Enojarme no resolvería
nada. Ofender menos. Y herirle en sus sentimientos, no es propio de un
cristiano. ¿Se da cuenta? Nuestra actitud frente a situaciones que roban la
tranquilidad, es esencial.
Dueño
de una disposición de fe y esperanza a toda prueba, el autor sagrado escribió al
referirse a su reacción frente al cúmulo de dificultades que le asaltaban: “Con
todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación.
“(Habacuc 3:18).
Lea
el texto de nuevo. Él plantea que con toda la sumatoria de tropiezos y
obstáculos que sobrevengan, conservará la alegría y el gozo en Dios. Nuestro
amado Señor es la fuente de la paz y de la serenidad que necesitamos en
momentos críticos.
¿Siente que desfallece?
Cuando
las circunstancias adversas toman fuerza, una inclinación natural es
desfallecer, pensar que todo terminó, que nada vale la pena, que llegamos al
final de la encrucijada para encontrarnos a boca de jarro con una pared
inmensa.
Si
experimenta una situación similar, es hora de volver la mirada a Dios. Pedirle
fortaleza. El es quien puede ayudarnos. En nuestras fuerzas, sin duda
profundizaremos en la desesperanza y la desesperación. Sin embargo, con ayuda
del Señor las cosas son a otro precio.
El
propio Habacuc lo advirtió así cuando señala: “Jehová el Señor es mi
fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace
andar.” (Habacuc 3:19).
Sobreponernos
a las dificultades es posible. Dios nos fortalece y nos muestra el sendero para
salir adelante. Antes que ir al hombre en busca de una salida, vuelva su mirada
al Creador. Así perciba que enormes tormentas azotan su frágil embarcación, no
desista, tenga fe, siga adelante. Con ayuda de Dios superará la crisis...
Dios te colme de sus infinitas Bendiciones en tu
trabajo, familia y hogar.
Si
tiene alguna inquietud, no dude en escribirme ahora mismo a...
Así
mismo te invito a que visites nuestra página web en: www.tunuevaalegria.com.ve donde
hallaras la paz y el refrigerio para tu alma y espíritu y será el bálsamo
consolador para tus pies cansados en tu diario caminar.
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