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lunes, 21 de mayo de 2012

Cuando Tengas Dudas



CUANDO TENGAS DUDAS
Leamos: Mateo 11:1-6.       

"¿Eres Tú aquel que había de venir, o esperamos a otro? Mateo 11:3

Juan el Bautista estaba languideciendo en la cárcel y cuestionando su fe. Probablemente se preguntaba: ¿Será Jesús el Mesías? ¿Será Su palabra verdad? ¿Habré creído y trabajado arduamente en vano por mi Maestro? ¿Será este lugar oscuro mi recompensa final por responder al llamado de Dios?

Tal vez haya incontables preguntas que pasen por tu mente también: ¿Será Jesús realmente el Salvador? ¿Habrán sido perdonados mis pecados? ¿Puedo confiar en la Biblia? ¿Resucitaré de entre los muertos? ¿Me espera el cielo más allá? ¿Será que todo lo que creo no es más que una cruel ilusión?

La mayoría de nosotros nos hacemos estas preguntas de vez en cuando. Yo lo hago, especialmente en esos oscuros días cuando las circunstancias traen consigo sufrimiento y amarga decepción, cuando parece que nuestras vidas no van a tener un final de cuento de hadas.
Estos cuestionamientos no son fracasos de nuestra fe sino pruebas a nuestra fe y pueden responderse a la manera de Juan el Bautista: Debemos llevarle nuestras dudas a Jesús. En Su Nombre y a Su propia manera llena de sabiduría, Él restaurará la confianza que desean nuestros corazones.

Jesús no abandonó a Juan en su duda. Él le hizo llegar la noticia de los milagros que realizaba y la esperanza que predicaba (
Mateo 11:4-6 Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. 5 Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; 6 y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.

Tal y como lo dijo George McDonald en cuanto a la fidelidad de Dios: "Bien podríamos decir que es tan improbable que falle como que una madre se aleje de su hijito que yace gimiendo en la oscuridad".

Las preocupaciones diarias me llenaban de zozobras. Cada noche me acostaba agotado e inseguro de cómo me levantaría para comenzar nuevamente al día siguiente. Una abuela sabia me habló.
«¿Recuerdas que Jesús descansó?», me preguntó. Me recordó que, en medio de sus predicaciones y enseñanzas, Jesús durmió mientras los discípulos navegaban por el mar de Galilea (Marcos 4:38). Aun cuando una tormenta agitó su barca, Jesús le dio a su cuerpo descanso. Jesús no abandonó sus responsabilidades; respondió tan pronto sus discípulos clamaron, pero descansó confiado en que Dios estaba con Él.
Ahora trato de hallar algunos momentos de paz y renovación cada día. En esos momentos, susurro una oración, leo y aun coloco mi cabeza sobre una almohada. En esos momentos recuerdo que puedo hacer las tareas porque Dios está conmigo.

Reflexión: Nunca dudes en la oscuridad lo que Dios te ha mostrado en la luz.

Oración: Oh Dios, ayúdanos a descansar en tu amor y a renovarnos por tu promesa de estar con nosotros siempre. Amén.

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