FUNDACIÓN TU NUEVA ALEGRÍA

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jueves, 30 de abril de 2015


NO CULPES A NADIE.

Nunca te quejes de nadie, ni de nada, porque fundamentalmente tú has hecho lo que querías en tu vida.
Acepta la dificultad de edificarte a ti mismo y el valor de empezar corrigiéndote.
El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas de su error.

Nunca te quejes de tu soledad o de tu suerte, enfréntala con valor y acéptala.
De una manera u otra es el resultado de tus actos y prueba que tú siempre has de ganar.

No te amargues de tu propio fracaso ni se lo cargues a otro, acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño.
Recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar y que ninguno es tan terrible para claudicar.

No olvides que la causa de tu presente es tu pasado así como la causa de tu futuro será tu presente.

Aprende de los audaces, de los fuertes, de quien no acepta situaciones, de quien vivirá a pesar de todo, piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo y tus problemas sin alimentarlos morirán.

Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande que el más grande de los obstáculos, mírate en el espejo de ti mismo y serás libre y fuerte y dejarás de ser un títere de las circunstancias porque tú mismo eres tu destino.

Levántate y mira el sol por las mañanas y respira la luz del amanecer.
Tú eres parte de la fuerza de tu vida, ahora despiértate, lucha, camina, decídete y triunfarás en la vida; nunca pienses en la suerte, porque la suerte es: el pretexto de los fracasados.

PERO JEHOVÁ ME DIJO: MI BONDAD ES TODO LO QUE NECESITAS, PORQUE CUANDO ERES DÉBIL, MI PODER SE HACE MAS FUERTE EN TI, POR ESO ME ALEGRA PRESUMIR DE MI DEBILIDAD, ASÍ EL PODER DEL MESÍAS VIVIRÁ EN MI. TAMBIÉN ME ALEGRO DE LAS DEBILIDADES, INSULTOS, PENAS Y PERSECUCIONES QUE SUFRO POR EL MESÍAS, PORQUE CUANDO ME SIENTO DÉBIL, ES CUANDO EN REALIDAD SOY FUERTE. (2 Corintios 12. 9-10)

Echar la culpa a otros crea adicción. La justificación que sentimos al culpar a otros acaba atrapándonos para siempre. Esta actitud manipula nuestra ira para hacer que nos sintamos bien evadiendo responsabilidades.
Poco a poco nos resulta más fácil quejarnos que resolver el problema. Y así como ocurre con las adiciones, a las que hay que alimentar más y más para conseguir la recompensa, antes de que te des cuenta te habrás convertido en un adicto en evadir culpas.
Esa actitud impide el perdón; no puedes perdonar a alguien mientras lo estés juzgando y sientas que te ha ofendido.
Cuando desperdicias tu tiempo y tus energías culpando a los demás, renuncias a tu derecho a recibir el perdón de “DIOS“…Si no perdonáis sus ofensas a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mat 6:15).
Es hora de asumir la responsabilidad por tus actos y tu vida y de recuperar la capacidad Divina para responder a las situaciones de acuerdo a Su Palabra.

Eh aquí dos buenos motivos para dejar esa actitud:
1) Te convierte en víctima. Cuando haces que otros sean responsables de tus circunstancias, la capacidad de cambiar las cosas reside en sus manos, lo que significa que nada va a cambiar a menos que ellos decidan hacerlo. Haces de ellos los dueños de tu destino. La única manera de retener la capacidad de cambiar tus circunstancias es responsabilizándote de tus acciones.
2) Te deja triste y deprimido. A lo mejor insistes: ‘No sabes cómo me hirió’. Es verdad, pero al albergar resentimiento, te sigues hiriendo a ti mismo continuamente.

La Biblia dice: “…Cuidado con las raíces de amargura. Unas pocas semillas de cardos pueden estropear un jardín en poco tiempo…” (Hebreos 12:14-15 parafraseado).
Antes de que te des cuenta, tu perspectiva se habrá distorsionado. “Cuidado con el “síndrome de Esaú”: Cambió el regalo al que tenía derecho de por vida para satisfacer un apetito momentáneo… Esaú después se arrepintió y quiso la bendición de DIOS, pero para entonces ya era demasiado tarde y sus lágrimas no iban a cambiar nada” (Hebreos 12:16-17 parafraseado).
Perdona a quien debas perdonar, vuelve a tomar las riendas de tu vida, y acepta tu responsabilidad.

Siempre he dicho que la persona que se queja no tiene al MESÍAS en su corazón. ¿Te preguntaras porque? Escucha: “Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de YAHWEH ELOHYM… y ardió su ira. [y] consumió uno de los extremos del campamento” (Números 11:1). Si esto no te convence de cómo DIOS considera la queja, ¡nada lo hará!
Más, ¿a quién dañas realmente cuando te quejas?:
(a) A ti mismo. La queja conduce al enfado, a la amargura, y hasta a la depresión. DIOS te ama, y no desea que te dañes a ti mismo;
(b) A DIOS. La queja cuestiona su carácter; de hecho es como si dijéramos: “Señor, lo has estropeado; tuviste la oportunidad de complacerme, pero al final lo has echado a perder”;
(c) A otros. Nadie disfruta siendo “miembro de la Brigada de los Jarros de Agua Fría”. Tus pensamientos negativos afectan a los que te rodean. ¿Alguna vez te has parado a pensar por qué el quejarse es tan popular, cuando en realidad no produce ningún cambio? ¡Porque ello satisface nuestra naturaleza egoísta!
Pero hay buenas noticias. Escucha: “Aconteció que el pueblo se quejó…” (Números 11:1). Observa la palabra: ‘Aconteció'; desarrollaron un modo de pensar, una forma de afrontar la vida. De modo que si puedes convertirte en “un quejica”, ¡entonces puedes transformarte en un “hijo agradecido” por la gracia de DIOS! Reconociendo que “yo elijo mi actitud”, es posible elegir una mejor.

Si realmente deseas cambiar, comienza a orar: “MI AMADO JESUCRISTO INTERCEDE A VUESTRO PADRE CELESTIAL, quiero que “el panorama” de mi vida sea diferente; anhelo experimentar el gozo que Tú das a aquellos que abandonan “el desierto” de la ingratitud y se adentran en “la Tierra Prometida” de la acción de gracias”.
Hay una clase de queja en concreto que realmente rechina a los oídos de DIOS. Escucha: “Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de YAHWEH ELOHYM…”.

Para algunos de nosotros, la adversidad tiene que ver con un problema de salud. Para otros es una espinosa carrera con continuos cambios de trabajo. Para otros es que les intenten cargar con la responsabilidad de una situación familiar acontecida hace años, pareciéndoles injusto. Algunos de nosotros tomamos malas decisiones y nuestro matrimonio se deshizo; ahora luchamos con familias mezcladas y las consecuencias de nuestras elecciones.
Todos tenemos que tratar con algún nivel de adversidad. Cada uno de nosotros tiene algo en su vida, acerca de lo cual ¡DIOS no quiere escuchar ni una sola queja!
Es duro vivir con la adversidad, pero debes comprender esto: Cuando te quejas, pierdes el derecho a la gracia que te permitirá sobrellevarla.
La fortaleza y el gozo necesarios para experimentar la victoria están a nuestro alcance, pero si elegimos quejarnos o aferrarnos al “ídolo de una vida perfecta”, la perdemos.

La Biblia dice que todos tenemos que sufrir para entrar al Reino de DIOS. (Hechos 14:22) no dice que tenemos que quejarnos para entrar al reino de DIOS.

“¿Y qué puedo hacer?”. Hazte estas dos preguntas:
(a) ¿Soy “un quejica”? Piensa en ello. ¿Por qué? Porque quejarse es algo que no solemos ver en nosotros mismos pero sí en los demás;

(b) ¿Estoy dispuesto a arrepentirme? Si realmente deseas abandonar esta actitud “desértica”, piensa primeramente acerca del porqué te encuentras en ella.

Si DIOS te revela que la queja es un problema en tu vida, confiésalo, y ¡déjalo atrás! De no ser así, espera mucho más “desierto” en el futuro.

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Nosotros sembramos la semilla más la cosecha es de DIOS 

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